Ser ágil en la gestión es la habilidad que todos los mandos intermedios necesitan para destacar en el entorno competitivo de hoy. En este mundo donde todo cambia en un abrir y cerrar de ojos, las organizaciones que no se adaptan rápido están destinadas a quedar atrás. La velocidad y la flexibilidad son cruciales. Vamos a explorar algunas estrategias y ejemplos reales que inspirarán a los mandos a moverse como peces en el agua.
La agilidad se define como la capacidad de una organización para anticiparse, adaptarse y responder rápidamente a los cambios del entorno. Esto implica identificar oportunidades emergentes y sortear desafíos mientras se fomenta la innovación. Para los mandos intermedios, medir y comprender esta capacidad es crucial para evaluar la efectividad de sus estrategias actuales. Ganguly et al. (2009) propone un sistema de métricas que cuantifica la agilidad empresarial, presentando un caso práctico de Apple para ilustrar cómo medir la capacidad de respuesta ante los cambios.
Otra clave es la agilidad de aprendizaje, que permite a las organizaciones y equipos mantener la capacidad de respuesta frente a los cambios del mercado. Schmidt (2021) comparte diez estudios de casos que ilustran cómo grandes compañías, como Procter & Gamble e IBM, han incorporado la agilidad de aprendizaje en sus estrategias de gestión de talento. Esto les ha permitido adaptarse rápidamente y aprovechar oportunidades en mercados volátiles.
Las herramientas de TI (Tecnologia de la Información), como los sistemas de planificación de recursos empresariales (ERP), pueden ser fundamentales para impulsar la agilidad en la gestión. Zubaedah et al. (2017) demuestra que la implementación exitosa de estos sistemas requiere de una gestión del cambio meticulosa, considerando los factores humanos y organizativos.